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UN VIAJE EMOCIONAL: EL ENSAMBLE FÉNIX TRAE EL DÍA DE MUERTOS A LA VIDA

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¡Vaya concierto el que dio el Ensamble Fénix en el Teatro Principal durante el Día de Muertos! Integrado por Sergio González (violín), David Viña (violín), Andrés Carballar (viola) y Luis Barajas (violoncello), este cuarteto de cuerdas se lució con un espectáculo lleno de emoción y simbolismo, titulado “Día de Muertos, tradición con vida”.

La primera parte del programa nos sumergió en el contraste entre la visión de la muerte en México y Europa, a través de las obras de Félix Mendelssohn y Gabriela Ortiz. Con el Cuarteto en Fa menor Op. 80 de Mendelssohn, el Ensamble Fénix dejó al público en silencio absoluto. Cada nota reflejaba el dolor y la melancolía del compositor, quien creó esta pieza después de la muerte de su hermana Fanny. Este cuarteto es como una carta de despedida que duele escuchar y sentir. “Ortiz va más allá de su composición, piensa en todos los aspectos, es una poeta de la música con herramientas gramaticales, sabe cómo mezclar los elementos del lenguaje sonoro para convertirlo en literatura”, comentó Luis Barajas sobre la obra de la compositora mexicana.

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Después del intermedio, el escenario tomó un toque aún más especial con un altar de muertos, esculturas de xoloitzcuintles, incienso y un camino de cempasúchil. Los músicos, con velas en mano, colocaron sus ofrendas y tomaron su lugar para interpretar la obra “Altar de muertos” de Gabriela Ortiz, una pieza que combina elementos de la rítmica prehispánica con un estilo contemporáneo muy propio de la compositora. Esta obra representa un viaje desde la tristeza profunda hasta la fiesta de colores y sonidos que celebran la vida, y está dedicada al hijo de un colega de Ortiz, siendo todo un desafío interpretarla.

Además de la música, el evento contó con la colaboración de estudiantes de la UG, quienes enriquecieron la escenografía y le dieron vida a la historia a través de danza y narración. Kennia Lizeth Balderas Ortiz y Jesús Enrique Mocoroa Nava personificaron el encuentro entre la vida y la muerte, acompañados por la narración de Jesse Gersai Sosa Cortez.

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En el último movimiento de la obra, los músicos y el público se unieron aún más en espíritu: los músicos llevaban máscaras de calaveras y la audiencia había sido maquillada previamente para estar en sintonía con la celebración. Como broche de oro, tocaron “La Llorona” en un arreglo de Jacobo Cerda, mientras un dúo de bailarines añadió un toque de misterio y solemnidad.

Este concierto fue mucho más que música; fue una ofrenda a Mendelssohn, a Ortiz, y a todas las personas presentes. Una experiencia única que sin duda quedará en la memoria de quienes tuvieron la suerte de vivirla.

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